sábado, 16 de agosto de 2008

Se me perdió Dios...



Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.

Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlos entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Alos tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.

Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
- “Hijo, ¿Por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”

Él les contestó:
- “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?”

Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

Lucas 2,41-51a








En la lectura anterior, se puede ver que inicia con una costumbre: solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.

Y precisamente por ahí es donde quisiera también empezar: en la costumbre, siempre existe la posibilidad de que sucedan las eventualidades, es decir, un evento que ocurre dentro de la costumbre y que no es lo acostumbrado.

Otro detalle interesante es que destaca a Jesús como un niño a la edad de 12 años. Es común hacer esta descripción, sin embargo, según la tradición de aquellos tiempos, esta era la edad en que se asumían las obligaciones legales. En la actualidad, no sabemos si es un niño o un adolescente… podemos asignarle responsabilidades pero no independizarlo.

En este caso, Jesús goza de la tranquilidad de sus padres para estar libremente en la fiesta de Pascua. Ellos confían plenamente en él y él confía plenamente en ellos. En este punto logro ver que a partir de esta confianza mutua es cuando ocurre la eventualidad… Cuando pasa el tiempo en mi vida, me percato que algo falta y que encontrarlo requiere tiempo. María y José estuvieron tres días buscando a Cristo… yo no me imagino perder un hijo por tres días. Me volvería loco.

Y en este caso en específico, es muy curioso para nuestras vidas porque:
Dios es todo y esta en todo, por fe entendemos que Él no se puede perder.

Toda búsqueda de lo esencial genera angustia. Dios se perdió y sus padres se angustiaron muchísimo… si Dios se pierde, perdemos lo esencial... porque el vacío que se genera significa que a pesar que Dios está en todo, si Dios se me pierde, me falta todo.

Probablemente, mi reacción será igual que la de María y la de José, empezaría a buscar a Dios entre los más cercanos, entre los parientes y conocidos… y a pesar que ellos ven mi vacío, ellos tal vez no podrán llenármelo con lo que ellos tienen. Y tendré que empezar a repasar partes de mi historia, en formas muy detalladas para ver cuándo, cómo y dónde fue la última vez que lo vi para poder encontrarlo.

El problema es que Dios ya es “un niño que sabe moverse” y busca también “subsistir desde los demás”… ya no es un niño que camina poco, se va a mover mucho y seguramente que cuando yo repase mi historia y encuentre el momento en que lo vi por última vez, lo iré a buscar pero topándome con la sorpresa que ya no estará ahí, en el mismo lugar en el que lo dejé. Dios es inquieto, busca subsistir para que yo lo encuentre no como un Dios débil, sino como el Dios fuerte que quiere seguir un camino a mi lado. Y lo que es más complicado… buscará la forma para que yo lo encuentre fácilmente en cualquier lado.

Si yo fuera San José, me pasaría exactamente lo mismo, el último lugar donde lo buscaría es en el templo… lo buscaría en cualquier otro lugar antes. Sin embargo, no lo descartaría como opción, porque un templo nunca está vacío (bueno, en estas épocas creo que sí). En un templo siempre hay personas que ni son conocidas, pero que “están estupefactas” de la respuesta que Dios da en y desde personas muy sencillas.

Los maestros, aquellos que todo lo de la fe sabían, estaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba un simple niño… ¿será acaso que activaron sus capacidades de asombro para entender a Dios de una nueva forma? ¿O será que se volvieron locos? ¿Qué diantres sabe un niño para catequizar a los maestros de la fe?!!! La diferencia es que este niño, era Dios y Él sí sabe captar las atenciones de los que le desconocen, y de formas inexplicables… y entonces se me abrió una pregunta para mí…
¿cuándo dejé de darme el permiso para que Dios me catequice desde las eventualidades sencillas que he vivido en mi acostumbrada vida?

Y cuando repaso los momentos incómodos de mi vida o de la vida de quienes he compartido mi camino, descubro que toda angustia llega a ser grande y a veces no llego a entender nada… que no comprendo lo que está pasando y solo veo que algo me falta…y le pregunto ¿Por qué me tratas así? … Al igual que a José y a María… solo sé que Cristo no está a mi lado.

En ese entonces, empiezo a buscar y a buscar y a buscar, hasta cansarme… y frente al cansancio de buscar, llego a caer sentado al punto de empezarme a rendir… y cuando me rindo, lloro… y a pesar que ocupo llenar mi vacío, me vacío de mis lágrimas… al punto de quedarme dormido… Siempre despierto nuevamente angustiado, triste, pero con una condición que creo que también te puede pasar… empiezo a escuchar los ruidos o las voces que me hicieron despertar… recuerdo que dormí pidiéndole a Dios que me quite este vacío.

Es raro, pero siempre me despierto también con un poco de paz ¿será que me despierto “en casa de mi Padre”? ¿Será que en cada despertar Él quiere ser el que sorprende? Lo que sí sé es que cada vez que me encuentro con Él, siempre se me para la respiración… pero este vacío de aire, no me vacía el alma, ni la mente y mucho menos el corazón.

A Él le hice una pregunta…
¿Por qué Señor, a pesar de darlo todo, me siento vacío, me siento descartado en el camino? ¿Por qué si sabes que te tengo confianza, te me pierdes?


Haciendo mi Lectio Divina, le escuché y entendí que Dios es muy talentoso para dar respuestas. Me lo imaginé hablándome.

“Mis palabras ahondan en tu corazón y dan aire a tus pulmones… y el vacío empieza a desaparecer poco a poco.

Mis palabras no te hacen sentir descartado. Mi Palabra te llena de amor… tanto que tienes que compartirlo, pero que tiene el mismo efecto de una candela que comparte con otra su fuego: se alumbra más el lugar pero en ninguna candela la llama se hace más pequeña. Darlo todo no esta mal, pero recuerda que Yo soy Todo y cuando me das, nunca quedas vacío.

No me pierdo, lo que pasa es que no me voy delante de ti, sino que voy a tu lado para que aprendas también a caminar... así ayudarás a otros a caminar y principalmente descubrirás en otras personas mi ayuda.

Y por cierto! En tu angustia siempre te abrazo… por eso se te va el aire”


Me encontré con Cristo. Al igual que Jesús y María al final de la lectura, no comprendí que pasó, pero sí sé que pasó algo que provocó que lo cotidiano, lo que me era costumbre, ahora se me hiciera diferente. Ahora puedo darlo todo, todo lo que no es mío…sino que doy todo lo que Dios me dio.

Al llenarme de Dios, no puedo experimentar vacío por que Él es todo… por eso me pregunto… ¿Si Dios es todo, será que de Dios también es el vacío?

¿Señor, será que me diste este vacío para descubrir:


que al darlo yo todo a pesar de quedarme sin nada;
que al buscar en todas partes y aun así no encontrar nada;
que al sentarme, tener que llorar hasta sin ganas;
que al pensar, logro también entristecer;
que al intentar, habrá momento sen que no podré;
que al marcar, me falta el valor para llamar;
que al pasar, aún así no puedo ver como quisiera;
que al intentar rezar, aún me da por quedarme dormido;
que al rezar puedo entender lo que pasa;
que al escribir en la hoja, al final, aún me queda en blanco;


.. que Tú siempres estás ahí?

¿será acaso Señor que tengo que devolverme contra la corriente como María y José y angustiarme en la búsqueda para poder encontrarte?

Y al encontrarte, ¿tendré que retomar la ruta, caminado ya no con tanta gente? ¿Tendré que caminar solo de regreso para alcanzar todo lo que dejé por buscarte y por hallarte? Porque a pesar de mis esfuerzos, aún no entiendo lo que quieres de mí… ni siquiera eso de caminar solo, contigo.

¡Definitivamente, en la costumbre, siempre existe la posibilidad de que sucedan las eventualidades! Como me sacas tan facilmente con tareas más difíciles! Me cautivas!

¡Me rindo! No tengo silla para sentarme… me tiro al suelo!!! Porque quiero escucharte, porque quiero que llenes este vacío que hay en mí. Si Tú eres todo, te acepto aunque no te entiendo. Seguiré confiando plenamente en ti.

Ahora me daré todo a ti, sé que no me descartarás y que no me dejarás solo. Quiero ser tu recipiente… ¡lléname!


Entendí también que Dios vive “bajo mi autoridad” pues me ama tanto que respeta mis decisiones, a pesar de ser absurdas… como cuando le he dicho que se vaya de mi vida.




Pablo Zúñiga Rodríguez
Jueves 3 de abril 2008

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