jueves, 22 de septiembre de 2011

¿Cómo leo la biblia?


Leer la Biblia es algo que  algunos
 disfrutan. En lo personal, es un reto 
que  siempre debo superar
 cada vez que lo hago.



Usualmente leer la Biblia me es muy aburrido en dos sentidos: el primero porque los temas religiosos pueden ser sofocantes y el segundo, porque no conozco mucho de ella.

Lo que hago para leer la Biblia es tratar de usar un procedimiento que algunos llama “lectio divina”, pero como no me gusta usar palabras que no están en español, yo prefiero llamarle “a la escucha del Maestro”.

Lo primero que hago es buscar mi Biblia, la cual generalmente está en el escritorio de mi cuarto, al lado derecho. Si no está ahí, puede que desista del intento pues no sé donde podría estar.

Busco acomodarme bien en la silla. Casi siempre hago que el estómago me pegue al escritorio y el respaldar de la silla lo más cercano a la espalda.

Uso los “bibliazos”, es decir, abro la Biblia y lo que me encuentre en el momento, ahí me quedo. Lo primero que me pregunto es ¿qué dice el texto?. Este ejercicio me hace analizar la situación y los personajes que aparecen en el pasaje bíblico. Confieso que más de una vez he quedado “bateado”. Si esto ocurre, entonces busco los libros de apoyo bíblico, leo los comentarios que trae la misma Biblia, busco en internet… o simplemente, hago otro “bibliazo” si el asunto es muy complejo.

Terminada la comprensión de lectura, la segunda pregunta que me hago es ¿qué me dice el texto?. Sí, suena raro pero lo raro siempre se vuelve interesante. Siempre logro imaginarme a los apóstoles con cara de tontos cuando no entendían las parábolas de Jesús. El ejercicio de la segunda pregunta es para prometerme no mostrar la misma cara de los apóstoles.

Encontrarme con el texto, me implica buscar la frase que más me llama la atención. Esto es un torbellino de ideas, pues hay momentos en los que me identifico con un personaje o algún objeto, o alguna situación. Si quiere leerlo en una forma más romántica, se trata de encontrar esa frase o esa palabra que me pone a palpitar el corazón en forma distinta… aquella que me deja pasmado. Repito, implica que me impacte mucho pero me prometo constantemente no quedar con cara de tonto. Los “caretontos” realmente me aburren y para serle sincero, cuando hago este segundo paso, lo que busco es encontrar un poco de sabiduría.

Ahora bien, lo que sigue es preguntarme ¿qué digo yo frente al texto? Trato de analizar todo lo anterior, darle interpretación y buscar ejecución. No se vale solo orar, hay que actuar. Esa varita de rezar y rezar y rezar sin hacer nada por uno y por los demás es sencillamente hacer nada.

En el fondo es hacer de la Palabra, vida. Por eso busco leer la Biblia en la noche, para que el tiempo que me quede, quede solo para eso, para encontrarme con la Palabra de Dios y buscar darle sentido constructivo en mi vida y en la de los demás. Finalmente, cierro la Biblia, la coloco al lado derecho de mi escritorio  y me voy a dormir.
Suele ocurrir que me acuesto y aún la frase me da vuelta en el pensamiento. Ahí siguen las ideas surgiendo y me voy forjando mi propio plan, porque como dice un apreciado amigo, Marco Vinicio Zamora, “quien no se forja su propio plan, termina siendo parte del plan de otros”.