lunes, 17 de octubre de 2011

"Ahora soy el sagrario"


Caminaba directo al altar a recibir el cuerpo de Cristo y detrás del sacerdote vi el sagrario, ese cajoncito donde guardan el pan consagrado. Llegó mi oportunidad. “Cuerpo de Cristo ” me dijeron. “Amén”, respondí con una leve sonrisa. Confieso que me alegra la vida el poder comulgar. Además, es un reto personal el mantenerme con esa disposición.

Cuando di vuelta para irme a sentar, en mi interior surgía una frase … “ahora soy el sagrario”. Me quedé estupefacto ante tal afirmación. Quedé dándole vueltas a esta idea perturbadora mientras terminaba la misa.

El sagrario es el lugar donde se guarda a mi Señor. Frente al cajoncito, en todas partes del mundo, miles de personas llegan a pedirle ayuda a Dios. Muchos buscan paz, encuentran consuelo, plantean sus enojos, cuentan sus intimidades, encuentran respuestas.

Ahora soy el sagrario”. Esta frase impactante resonaba en mi mente.

Uno solo quiere estar en Cristo, reflejarle. Si el César acuñó su cara en las monedas, yo quiero ser moneda donde Dios acuñe su cara. Ser rostro de Cristo. (Mateo 22,15-21)

Y cuando leo lo que la Iglesia ha puesto en el Magisterio, entiendo que quienes me rodean también hacen el esfuerzo para reflejar a Cristo, pero que Cristo siempre se refleja en quienes me rodean.

Cada buena acción que haga para hacer el bien, haciéndolo bien, es porque Dios, lo mínimo que regala para lograrlo  es amor.

Y en el amor es donde uno puede compartir momentos para transformar angustias , guerras, enojos, preguntas. Uno realmente puede transformar vidas si se deja acompañar por Dios.

Con el regalo de Dios, uno puede ser el sagrario de Dios.